domingo, noviembre 27, 2005

Das Ende

El hombre de los ojos de pez conoce su destino una vez que ha alcanzado el mar, eso lo leí en alguna parte (demasiadas cosas para recordar). Confieso que me sorprendió el final. Porque aún me sorprenden algunas cosas, incluso si en ocasiones quiero pretender que no.

fragmentos involuntarios (realmente)

Era demasiado tarde ya para saber si el sueño era yo, lo soñaba yo o alguien más. Podía ver la endemoniada maraña que formaba el laberinto, pero ninguna pista de como salir de él. Mis manos se atascaban entre los barrotes, el frío del metal o el principio del invierno enrarecido, no sé bien.
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Sabes que el tiempo está pasando sobre ti y estás muriendo, te importe o no. Mientras miraba la luna sentado sobre una moneda de valor inalcanzable pensaba en que todos hemos venido aquí a esperar. Y miraba impaciente en el reloj sin manecillas instantes huecos como abismos. Aún así el tiempo nunca se detuvo en aquella habitación improvisada...
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El secreto no develado de los puntos suspensivos. La pluma no se detiene, ha cobrado vida tempestivamente, como si de pronto quisiera vomitar toda la tinta que guardaba en un espasmo de años congelados. Pero no logra sino sollozar unas cuantas letras, ni siquiera palabras, apenas puntos suspensivos. Se sabe esclava y sin voluntad alguna, duerme cuando no quiere, despierta sin desearlo, su vaivén de instantes como cuadros de film inédito. Como las personas de ciudades desesperadas se pregunta también, durante su faena, cosas sin sentido. La diferencia es su andar que dice cosas. Una vez preguntó algo extraño y la respuesta lo fue también: "Escribo porque es inevitable, se me caen las manos... Y mi boca hace mucho que no existe".

martes, noviembre 22, 2005

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Y siempre que despierto me pregunto: ¿De qué me he perdido?

¿Eh? ¿Eeeh?