miércoles, octubre 06, 2004

de mí: el silencio

Silencios, silencios estorbosos.
.....

de mí: el silencio


Al derramarse, una vez más, la última fresca-gota de agua que hizo culminar el llanto de la hoja seca, perduró un silencio.Tanta tormenta tanta, tomada triste, de tus otros tiempos, de tus otros tintes, tanta tormenta del tiempo trunco, tanta tormenta turbia... para un silencio.

Y cuando deseas callar al mundo, un grillo te revive del fondo de un caracol (océano de piedra) que suelta su angustia en un pensar de amor, de ida o de vuelta, y desde el fondo te gritan:

- ¡Tanta tormenta tanta, tomada triste, de tus otros tiempos, de tus otros tintes, tanta tormenta del tiempo trunco, tanta tormenta turbia, tanta!... para un silencio.

De lectura se entierran los ojos en una sentencia viciosa mientras las palmas crean una cinta de cabellos en cueros, encuadernado, cocido con el alma del poeta singular, misterioso. La vista deslumbra una catarata de olores, de sentires y el sabroso añejo de sus páginas amarillentas (papiros codiciosos) se internan en las horas, en el placer indómito de una legión de sobrevivientes nocturnos que por un segundo suelen releer:

Tanta tormenta tanta, tomada triste, de tus otros tiempos, de tus otros tintes, tanta tormenta del tiempo trunco, tanta tormenta turbia, tanta... para un silencio.

Por el fondo un segundo envuelve al frío del dolor, que de un niño vestido, lanza apretando su puño, la lágrima al trote de caballos alados frente al féretro de pino negro lustrado. Inevitable el rostro pálido, casi sin sonrisa, desanimada devolución de ángeles encarcelados coronan a la soledad...

La chusma-muerte arrastra su ánima por los corredores de mausoleos esquivando fantasmas cansados del llanto humano -hay rodillas gastadas alrededor de la hierba húmeda-. Y el mismo epitafio, clavado en la sangre del destierro salvado con el recuerdo:

Tanta tormenta tanta, tomada triste, de tus otros tiempos, de tus otros tintes, tanta tormenta del tiempo trunco, tanta tormenta turbia, tanta... para un silencio.

¡Sí, silencio que se quiebra en el vuelto de monedas sin valor!. ¡Discreción que nadie compra!. ¡Silencio de preso-libre, que al mundo llano repara en la vanguardia de la expectativa! De vez en cuando, él mismo, me regocija en los brazos de la locura o la inocencia, como madre ama mis pretensiones y caprichos (yo mismo), por lo tanto, lamento descubrirme entre el sonido que me oculta de la paz ilustre, de la sinceridad, de la mentira del espejo: ¡De tanta tormenta trunca!. Un tanto tranquila, atontada, atónita, de entre todos los tiempos un tanto distante, titiritera con tiras de tinta titánica, con tan - tan - tan..., tanta toa me tienta taciturna en mi estado de silencio...

A él lo observo, lo anhelo. Del silencio de la muerte, silencio abstracto a mis horas regalo para no ser. Para no volver a mí, para censurarme, pensar, soñar, cotejar, deslumbrar, para desnudar el hilo simple de la esencia y anudar un sello con mi nombre a la noche clara, a la luna tímida después de la tempestad.

Ariel Zagarese