sábado, octubre 01, 2005

eidolones

Encuentro un desierto de palabras, antes caos. El cielo está triste, de una manera extraña, ahogado en el fondo del mar mientras contempla en sus párpados suceder eternidades de imágenes como un sopor lejano. Encuentro a la luna en negativo, en el mutismo de un lenguaje extinto, irracional, invertebrado sin labios ni principio o fin. Son estas extrañas paredes de ciudades de cristal, no sé si el tiempo se ha detenido o se ha acelerado, desconozco la causa de mi inmovilidad. Allá afuera me espera quien fui, aquí dentro quien aún seré, ciego a media luz. Pequeñas conexiones de universo, reacciones químicas, hilos de medusa viajando en un extraño retorno a la idea, a la ilusión del pensamiento, rieles del miedo al conocimiento, al dolor, otra vez humano, siempre humano por amorfo que parezca, por indefinido el contenido o la descripción del dios, o del golem. El miedo de las palabras no nacidas y el silencio petrificado en mutismo. Todos los días, todas las noches, en la inabarcable y aparente insignificancia de un instante, y aún curiosidad, aún placer o dolor jugando, nudillos ensangrentados, porque eso parece ser parte del mecanismo insaciable. Parece triste el cielo, pero quieto, de una manera extraña, como ya dije, lectura de nubes. Como es extraño todo esto también, el eco del tap-tap tap-tap-tap, clic; que podría ser alguien más por si mismo. Que podría ser y aún así no es nadie...