sábado, octubre 16, 2004

casi, apenas, por poco...

¿qué fue de aquellos días en los que preguntabas sin saber porque?
¿qué fue de aquellos días en los que el porqué no te importaba tanto como el para qué?
......

Fernando Pessoa, llamado Álvaro de Campos


Esta vieja angustia,
esta angustia que traigo hace siglos en mi,
rebasó la vasija, en lágrimas, en grandes imaginaciones,
en sueños al estilo de pesadilla sin terror,
en grandes emociones súbitas sin sentido alguno.

Rebasó.
¡Mal sé cómo conducirme por la vida
con este malestar haciéndome dobleces en el alma!
¡Si al menos enloqueciese de veras!

Pero no: es este estar entre,
este casi,
este poder ser que
esto.

Un interno en un manicomio es, al menos, alguien,
yo soy un interno en un manicomio sin maniconéo.
Estoy loco en frío,
estoy lúcido y loco,
estoy ajeno a todo e igual a todos:
estoy durmiendo despierto con sueños que son locura
porque no son sueños.

Estoy así...

¡Pobre vieja casa de mi infancia perdida!
¡Quién te diría que yo me repeliese tanto!
¿Qué es de tu niño? Está loco.
¿Qué es de quien dormía tranquilo bajo tu techo provinciano?
Está loco.

¿Quién de quien fui? Está loco. Hoy es quien yo soy.
¡Si al menos tuviese una religión cualquiera!
Por ejemplo, por aquel fetiche
que había en casa, allá en aquélla, traído de África.
Era feísimo, era grotesco,
pero había en él la divinidad de todo en lo que se cree.

Si yo pudiese creer en un fetiche cualquiera —
Júpiter, Jehová, la Humanidad —
cualquiera serviría,
¿pues qué es todo sino lo que pensamos de todo?

¡Estalla, corazón de cristal pintado
!