el interruptor
On wireless Internet
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El último rayo de sol de un día N de tantos de una era N acaecía en un día llorón, más llorón que nunca. El alumbrado artificial nunca suele ser suficiente, casi siempre, por mucho que se escondan, permanecen oscuridades huérfanas, rincones olvidados, escenarios sin aplausos. Tampoco faltan palcos para espectadores de última clase, de todo tipo, de dos patas, de cuatro, de cien, de ninguna. Todo es azar, nadie predispuso aquel tiradero de inutilidades y desperdicio, sin embargo su suciedad es la más limpia de todas las suciedades que pudieran verse en las impecables calles de esta ciudad. Reminiscencias casi muertas de seres humanos que luchaban entre si con piedras y lanzas, hoy todo es más fácil, más exacto, más... real.
Estos días N no han sido distintos unos de otros últimamente, ocho estaciones del año en pares de ciclos en cada uno de ellos, pero si el clima se ha vuelto extremo las personas también lo han hecho. Cuando pienso en la endeble línea que divide las sensaciones de la gente común y las personas del mundo real no puedo evitar terminar enredado en conclusiones aleatorias.
Y he ahí a aquel ser desconcertado que no ha sabido completar su suicidio:
- Cuando era niño, presionaba los controles de la consola de juegos con las manos, todos y cada uno de los botones estaban bajo mis órdenes, podía elegir la combinación más adecuada y también decidir cual sería la siguiente escena en el display. Cuando me aburría podía simplemente hacer a un lado el casco y apagar aquellas "visiones". Nunca me aburría en realidad, pero podía apagarlo si quería. No puedo recordar ahora quien me ha contado esa historia, pero era así, después todo cambió. Aquellos botones multicolores se adhirieron a las yemas de mis dedos, el teclado reencarnó en ambos brazos, y las imágenes se adhirieron a mis córneas. Y aunque yo deseaba seguir jugando todo el tiempo, también deseaba mis sueños libres y llanos cuatro horas al día, pero todo eso se perdió también. Desde el momento en que plasmé mi firma en aquel papel con tantas letras pequeñitas, sin despegar la vista de aquel par de piernas perfectamente delineadas con circuitos circundantes en verde metálico y aquel rostro en verde fluorescente irresistible. Luego sobrevino una borrachera de imágenes, y después vómito tras vómito de código indescifrable. Alguien me había advertido del posible riesgo pero, qué diablos, yo deseaba entrar en ese mundo como todos los demás, era la última tendencia anunciada en el display de mi barrio, simultáneamente con algún otro en Tokio o Nueva York, ¿por qué iba a salir algo mal?
La lluvia arreciaba y el vocoder era cada vez menos audible, apenas pude distinguir un intento inútil por simular un lamento mientras continuaba:
- ¿Sabes? la consola de mi niñez tenía un interruptor, junto a las siglas de mfC Corp.,¿; cuando la alimentación de energía, ahora mecanismo oculto, se encontraba conectada dicho interruptor finalizaba cualquier sesión, sin importar la escena ésta se desvanecía al instante y podía escuchar mi respiración de nuevo...
Sin mirarlo y acostumbrado al uno en un millón de casos, cual sordera hilarante pero aún presta sólo acerté a responder:
- Sin embargo las cosas han cambiado, ya no hay interruptor mi amigo, ya no lo hay...
A lo lejos el display sobre la torre anunciaba más radiante que nunca el último eslogan de la próxima temporada de belleza y ocio.
"¿Para qué perder el tiempo durmiendo? Échale un vistazo a nuestro amplio Catálogo de juegos de..."
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El último rayo de sol de un día N de tantos de una era N acaecía en un día llorón, más llorón que nunca. El alumbrado artificial nunca suele ser suficiente, casi siempre, por mucho que se escondan, permanecen oscuridades huérfanas, rincones olvidados, escenarios sin aplausos. Tampoco faltan palcos para espectadores de última clase, de todo tipo, de dos patas, de cuatro, de cien, de ninguna. Todo es azar, nadie predispuso aquel tiradero de inutilidades y desperdicio, sin embargo su suciedad es la más limpia de todas las suciedades que pudieran verse en las impecables calles de esta ciudad. Reminiscencias casi muertas de seres humanos que luchaban entre si con piedras y lanzas, hoy todo es más fácil, más exacto, más... real.
Estos días N no han sido distintos unos de otros últimamente, ocho estaciones del año en pares de ciclos en cada uno de ellos, pero si el clima se ha vuelto extremo las personas también lo han hecho. Cuando pienso en la endeble línea que divide las sensaciones de la gente común y las personas del mundo real no puedo evitar terminar enredado en conclusiones aleatorias.
Y he ahí a aquel ser desconcertado que no ha sabido completar su suicidio:
- Cuando era niño, presionaba los controles de la consola de juegos con las manos, todos y cada uno de los botones estaban bajo mis órdenes, podía elegir la combinación más adecuada y también decidir cual sería la siguiente escena en el display. Cuando me aburría podía simplemente hacer a un lado el casco y apagar aquellas "visiones". Nunca me aburría en realidad, pero podía apagarlo si quería. No puedo recordar ahora quien me ha contado esa historia, pero era así, después todo cambió. Aquellos botones multicolores se adhirieron a las yemas de mis dedos, el teclado reencarnó en ambos brazos, y las imágenes se adhirieron a mis córneas. Y aunque yo deseaba seguir jugando todo el tiempo, también deseaba mis sueños libres y llanos cuatro horas al día, pero todo eso se perdió también. Desde el momento en que plasmé mi firma en aquel papel con tantas letras pequeñitas, sin despegar la vista de aquel par de piernas perfectamente delineadas con circuitos circundantes en verde metálico y aquel rostro en verde fluorescente irresistible. Luego sobrevino una borrachera de imágenes, y después vómito tras vómito de código indescifrable. Alguien me había advertido del posible riesgo pero, qué diablos, yo deseaba entrar en ese mundo como todos los demás, era la última tendencia anunciada en el display de mi barrio, simultáneamente con algún otro en Tokio o Nueva York, ¿por qué iba a salir algo mal?
La lluvia arreciaba y el vocoder era cada vez menos audible, apenas pude distinguir un intento inútil por simular un lamento mientras continuaba:
- ¿Sabes? la consola de mi niñez tenía un interruptor, junto a las siglas de mfC Corp.,¿; cuando la alimentación de energía, ahora mecanismo oculto, se encontraba conectada dicho interruptor finalizaba cualquier sesión, sin importar la escena ésta se desvanecía al instante y podía escuchar mi respiración de nuevo...
Sin mirarlo y acostumbrado al uno en un millón de casos, cual sordera hilarante pero aún presta sólo acerté a responder:
- Sin embargo las cosas han cambiado, ya no hay interruptor mi amigo, ya no lo hay...
A lo lejos el display sobre la torre anunciaba más radiante que nunca el último eslogan de la próxima temporada de belleza y ocio.
"¿Para qué perder el tiempo durmiendo? Échale un vistazo a nuestro amplio Catálogo de juegos de..."
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