martes, febrero 15, 2005

23 de noviembre de 1922

La destrucción es requisito para la creación, siempre y cuando sea, la autodestrucción.

Leyendo un libro de Los primeros poemas (poemas rumanos) de Tristan Tzara encuentro un fragmento del discurso con el que Tzara pone fin al movimiento dadaísta. Con el que parecía despedirse de la definición de dadá como movimiento vigente, aunque dudo que alguna vez se haya despedido del concepto de dadá como lo esencial de la creación. Ese fue el legado de dadá. Tzara también dijo "desconfíen de dadá", pero al parecer muy pocas personas comprenden hoy la magnitud de dicha provocación. Y a pesar de todo dadá sigue siendo dadá, y fue dadá antes de serlo. Las confusiones están en otra parte, por otras causas, en otros ámbitos, nada simpáticos, de apariencia deliciosa pero no muy ingeniosa.

Sabeís desde ahora que para el gran público, para vosotros, dadaísta es equivalente de leproso [...] Otra característica de dadá es la continua despedida de nuestros amigos. Nos despedimos y dimitimos. El primero que ha presentado su dimisión del movimiento dadá soy yo.

Todo el mundo sabe que dadá no es nada. Me he despedido de dadá y de mí mismo tan pronto como me he comprendido la verdadera significación de la nada [...] dadá derrama una ternura artificial encima de las cosas, una nieve de mariposas surgidas del cráneo de un ilusionista [...] No existe nada más placentero que desconcertar a la gente [...]dadá es un estado del espíritu [...] Cuando dadá llegue a ser una palabra exacta y habitual [...] el mundo será dadá sin avergonzarse. Dadá es un estado del espíritu. Justamente por esto se transforma según razas y acontecimientos.

Dadá se aplica a todo y, sin embargo, no es nada, él es el punto donde el sí y el no se encuentran, no de modo solemne en los castillos de las filosofías humanas, sino simplemente en la esquina de las calles, como los perros y las cigarras.

Tal vez me entenderíais mejor si os dijera que dadá es un microbio virgen que se mete con la insistencia del aire en todos los espacios que la razón no ha logrado llenar con palabras y conveniencias.

Tristan Tzara
Hotel Fürstenhof - Weimar
23 de septiembre de 1922
En un estudio introductorio del libro se habla acerca del Tzara adolescente en Rumania, de como su búsqueda de dadá (quizá sin saberlo él mismo) lo llevaría a rechazar la gloria segura en su país al apartarse de su literatura, para dar paso a lo que sería la más negativista, radical, demoledora e internacionalista de las vanguardias artísticas del siglo XX de la que todo parece haberse dicho ya.

Con las tristezas del bosque nos hemos dormido
he descubierto en mis adentros un arroyo de canción suave
--Mete el clavo del sufrimiento más hondo que todavía no me he muerto
Si dadá nació el 8 de febrero de 1916. Si dadá realmente murió aquel 23 de noviembre de 1922 en Weimar sólo podría decirlo la memoria histórica de los hombres libres, los que han hecho del arte el verdadero sentido de trascendencia de la existencia humana, gritándolo, escupiéndolo, recordándolo a martillazos, primero para sí mismos y luego para humanidad entera. Poniendo en relieve lo que no se puede llevar a cabo sin confrontación, sin dolor, sin el insulto a la locura en la que somos arrastrados por la modernidad (y posmodernidad).

¡Mírenme bien!
Soy idiota, soy un farsante, soy un bromista
¡Mírenme bien!
Soy feo, mi cara carece de expresión, soy pequeño
¡Soy cómo todos ustedes!