martes, octubre 25, 2005

µ

µ deambula por los corredores de su pensamiento, que son también los del lugar que habita a velocidades oscilantes. El ritmo caótico de las nubes le da certeza, toma un poco con las manos y come, igual que un hambriento ancestral en el devenir de los tiempos sin sentido, en el reino de la tontería. No sabe como es que ha entrado aquí, la ausencia de puertas y ventanas insinúan posibilidades, pero sólo eso, posibilidades. Su cuerpo arrumbado en una esquina duerme con un gesto de indiferencia mientras µ se ocupa de ciertas cosas, cosas realmente importantes, y urgentes, que no se venga abajo el techo sobre el cual camina, por ejemplo. µ sabe que no le queda mucho tiempo, no sabe cuánto exactamente, aunque entiende realmente poco de duraciones e ilusiones, lo mismo que de respiraderos y chimeneas. Algunas veces µ se recuesta junto a su imagen de cristal líquido y extraña el anticuado espejo matutino recordándole su palidez, lo invisible que parecía iba a volverse de un momento a otro...

Otras veces µ intenta, sin lograrlo, revelar el contenido tras la piel de aquel extraño haciendo pequeñas incisiones, algunas titubeantes, otras más precisas, pero siempre es como si no corriera otra cosa que sangre abrazada a unas venas inmóviles, más finitas cada vez, por cierto. µ vive solamente los jueves, sin que el nombre del día importe demasiado, porque bien podría decirse lo mismo de los lunes, no así de los martes, cuando muere por completo sin truco de sueño. No son emocionantes las triadas. Ah, los accidentes del instante, cuando µ se eleva como colgado de un gancho mientras mira su conciencia flotar como pez inepto sobre la superficie del mar sediento, aspira su lengua en una ola. Luego vuelve al fondo como si ahogado pudiera respirar de nuevo. Como si en el fondo fuera preferible anidar los pies de la cabeza.

Cuando los contextos se reúnen µ sabe que todo es inútil, como el discurrir de los segundos después de morir o antes de nacer, pero no antes ni después, respectivamente; entonces µ se recuesta junto a su imagen en el espejo y extraña el anticuado lago nocturno recordándole su nitidez, lo real que parecía iba a volverse de un momento a otro...

Edgar Ende
Apokalyptisches Interieur
1953

1

Anonymous Anónimo >>>

Impecable

3:54 p.m.  

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