sábado, junio 19, 2004

de vino, de poesía, de virtud, de lo que sea...

En PARAÍSOS ARTIFICIALES las palabras son una medicina para el alma que sufre.

¡Gracias a KarlVonSchlagend!!

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El vino exalta la voluntad, el hachis la aniquila.

El vino constituye un soporte físico, el hachis es un arma para el suicidio.

El vino hace que el hombre sea bueno y sociable. El hachis lo aísla.

Uno es laborioso, por decirlo asi, el otro en cambio es perezoso.
Pues ¿para qué trabajar, laborar, escribir, fabricar lo que sea, si es posible apoderarse del paraíso de un solo golpe?

En suma, el vino es para el pueblo que trabaja y merece beberlo. El hachis pertenece a la clase de los goces solitarios: esta hecho para los miserables ociosos.

El vino es útil, produce resultados fructíferos. El hachís es inútil y peligroso.

Se debe estar embriagado siempre. Todo consiste en eso; es el único problema.

Para no padecer el horrible fardo del tiempo que quiebra los hombros y los inclina hacia el suelo, uno debe embriagarse infatigablemente.


Pero ¿de qué? De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea. Pero embriagarse.


Y si alguna vez, en la escalera de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la soledad melancólica de su cuarto, ustedes despiertan y la embriaguez ha disminuído o desaparecido, interroguen al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, interroguen qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj, contestarán:

¡Es la hora de embriagarse!

¡Para no ser esclavos martirizados por el tiempo, embriáguense, embriáguense incansablemente!

De vino, de poesía, de virtud, de lo que sea.


Los paraísos artificiales (1860)

Charles Baudelaire