jueves, septiembre 23, 2004

tratando de escribir un cuentito disfrutable

Ahí está de nuevo con los dedos sobre el teclado, tecla de retroceso una y otra vez, ahora cursor en espera, en espera de cualquier tontería que su enmarañada conciencia se digne ofrecerle, dispuesto a mendigar si es necesario. Es un torpe, ha de transcurrir un cuarto de hora para que tan solo una que otra frase endeleble se plasme en el LCD frente a el.

Tecla de retroceso una y otra vez, como si al escribir estuviera alguien espiando, por debajo del teclado, por la rendija del lector de discos compactos o por el orificio indicador de encendido de su monitor, como si de pronto mil carcajadas fueran a asomarse divertidas y compasivas por debajo del escritorio para hacer añicos sus parapléjicos dos párrafos. Es un torpe. Ahora acomoda su trasero en el incómodo sillón, cursor en espera, un sillón que se jacta de su diseño ergonómico cuando ni siquiera es capaz de acomodar decentemente a un ser humano más una calabaza maduraría encantada ahí. Control + Suprimir.

Cursor en espera, no ha dejado de llover y tampoco hay historias interesantes que contar, algunas veces le parece que han sido contadas todas, el mundo bien podría acabarse mañana pero es posible que acabe mucho después.

Control + Suprimir, flecha a la izquierda, flecha a la derecha, barra espaciadora, tecla de retroceso, una y otra vez. Acaso no sería mejor ir allá afuera y unirse a aquella masa de locos que corre en sus autos y consume felicidad mientras se tritura a si misma mediante miles de ceremonias vanas. Tantos pasatiempos, tanta pasión, tanta humanidad, tanta inhumanidad confundida entre el blanco y el negro, tanto gris. Tecla de retroceso, barra espaciadora, mayúsculas.

Intro. Intro.

Va a intentarlo de nuevo, que torpe, apenas puede balbucear...

miércoles, septiembre 22, 2004

el antipoema

Antítesis, por los siglos de los siglos.
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... Como muy bien lo dice, José Miguel Ibáñez Langlois :"Pues bien: el antipoema de Parra no es la serena y apolínea creación que se produce en una cumbre de equilibrio de la forma verbal y la experiencia humana. Es la poesía de una época no apta para tales triunfos, clasicismos ni armonías, porque en ella se extingue el brillo de la divinidad en el mundo, y cabe repetir con Holderlin: ¿. . . y para qué ser poeta en tiempos de penuria? El antipoema es una respuesta posible: una palabra que ya no puede cantar a la naturaleza, ni celebrar al hombre, ni glorificar a Dios o a Ios dioses, porque todo se le ha vuelto problemático, comenzando por el lenguaje. En compensación, este producto alejandrino, romántico e imperfecto renueva un intenso contacto del hombre con su destino y con las honduras de la subjetividad viva; aparece como una recuperación -por la palabra- de la realidad perdida en las palabras, y es el semillero de nuevas e inusitadas formas de lenguaje."