jueves, enero 06, 2005

cola de perro

Ahora los parajes de aguas turbias se sumergen en el estupor de los ojos enrojecidos con tinta de flagelo, fingen que escuchan pero sólo espían a los horizontes que parten y a los que llegan en estaciones movedizas. La montaña habló, repitió lo que exhaló la música sobre las historias no contadas del universo, las que viajan errantes buscando lugares, personajes, historias colindantes para el rompecabezas exhausto y viejo, tan viejo que enrojece de vergüenza a pesar de su corta edad. Ignoró al tercer planeta y su sintáxis. Salió de sus cabales de hojalata el caracol con la cola en forma de espiral arrastrando la galaxia danzante, distante por si fuera poco. Revivió los tiempos brutos sin pulido cronométrico. Las protestas comieron polvo de desierto fetal. Ahora regresa, en picada desde el cielo con los brazos derrotados, pero incorruptible, a contar esa historia de llaga sin mortaja, la del cuerpo desfigurado por la risa. La contará como alarido de hoja seca y blanda, a media luz verbal, cuando las nubes se transformen en borrones alarmantes. La carpa y todo un teatro de confusión demencial esperando contrapuntos de reloj para hacer su aparición. Mientras los bufones hacen predicciones de gitanos gordos. Palcos gimotean sin público con la cara de mimo empanizado. Afuera la cola de perro en persecución policial recurre a las técnicas más avanzadas de recursión.