lunes, marzo 20, 2006

Sustituciones.

El árbol sin raíces alimentaba la figura de su sombra al mismo tiempo que con sus ramas más altas sostenía el cielo tambaleante, la niebla nos visitaba sin atreverse a tocar el suelo. Me miraba con esos agujeros hondos y bien tallados. Un trabajo de precisión, de los que ya no se ven hoy en día. Quise preguntarle a dónde iría ahora que sus pies, aunque descalzos, le pertenecían. Quise preguntarle tantas cosas. Por ejemplo, si sabía a dónde deseaba ir y lo que diría al llegar, si alguien le recibía por supuesto. Si conocía las ciudades con sus enormes y concurridas calles llenas de escaparates y banalidades que hacen a uno sentir tan bien, cuando se las puede procurar. Si sabía que los humanos no sólo ríen sino también hacen la guerra con frecuencia. Y aman tales contradicciones.

Poco a poco su respiración se parecía cada vez más a la mía. Y mi desesperación por no saber a donde escapar aumentaba. Aunque lo cierto era que no quería regresar al lugar de donde había venido.

Un tremendo dolor comenzó a invadir mis sienes. Sentía en mi cráneo la erupción de ramas secas, pero no había fuego, sólo un frío de desierto no terrestre. Quizás algo parecido al dolor de una estrella agonizante.

El árbol me dirigió una última mirada mientras se alejaba desnudo, esta vez con ojos como de humano. Por las lágrimas, intuí. Un trabajo de precisión. Sólo atiné a escuchar algo como lo siguiente: - ¿Qué harás ahora que ya no puedes ir a ningún lugar? Pero no respondí, no fui capaz aunque hubiera querido.

Fue así como ocupé el lugar de aquél árbol, y me convertí en una máquina de estar sin otro pasado que el del momento en el que había llegado a este punto de mi historia. Sin otro futuro que el de una inquieta entropía que reflexiona en mis entrañas de madera. Sin otra sensación que el espasmo matutino y el delirio nocturno. Algunas veces ciertos seres me acompañan, de alguna manera, y estamos todos como en un ritual sin protocolo, de voces indescifrables. Y portamos máscaras diferentes cuando el sol nos tortura con sus rayos, pero nunca mentimos cuando la luna se asoma completa.