miércoles, junio 29, 2005
domingo, junio 26, 2005
ping
Esta vez encuentro el enlace al blog de bocetos de un ilustrador norteamericano, for your viewing pleasures según el autor. Entretenido.
También, una página sobre el poeta ruso Mayakovsky. Y así, una que otra curiosidad.
miércoles, junio 22, 2005
intermedio.1.0
Honestamente pienso que el sol no debería salir nunca en esta ciudad, quién necesita sol en esta ciudad. Ah si, olvidé que no soy su único habitante.
miércoles, junio 15, 2005
uno-dos-tres-a-b-c-lunes-martes-miércoles
es morir lentamente,
pero también es vivir todo el tiempo
sabes hacia donde me dirijo,
escalera abajo, muy abajo,
al sótano de tus recuerdos
para quedarme siempre ahí
muerto alrededor de tus tenis viejos y raídos...
domingo, junio 12, 2005
we were in parties
jueves, junio 09, 2005
domingo, junio 05, 2005
Mario Levrero
De vez en cuando elijo algún disco, libro o película al azar, sin tener la más remota idea de lo que se trata. Tal vez guiándome sólo por algún título sugestivo o una clasificación ambigua. No siempre resulta bien, es una tontería ya lo sé.
Camino por las calles del centro, como de costumbre, aunque no me aprenda aún los nombres de las calles. Veo puestos de libros frente al Museo Nacional de Arte. Libros de todo tipo, nada que me interese o tal vez si pero no lo suficiente para contrarestar la pila de libros técnicos que debo leer esta semana.
Luego encuentro dos. Philip K. Dick (Laberinto de Muerte), que me dejó algo sorprendido después de Confesiones de un artista de mierda (por ser tan diferente a sus demás obras). Y Mario Levrero (El lugar). ¿Quién diablos es (era, porque murió el 30 de agosto del 2004) Mario Levrero?
La descripción en la contraportada de El lugar fue suficiente para interesarme y decidirme por el libro, de pronto me pareció algo kafkiano el asunto.
Un hombre despierta en una habitación oscura que no reconoce. Descubre que está acostado en un suelo de madera y vestido con ropa de calle. Intenta recordar como llegó ahí. ¿Será resultado de una borrachera en una fiesta? ¿Habrá pasado la noche en casa ajena a causa de alguna tormenta fuerte? ¿Estará viviendo una aventura insólita? La memoria no le devuelve ninguna información, y decide levantarse e investigar. Recorre a tientas la habitación, que está vacía, y encuentra una puerta. La abre y sale a otra habitación, igualmente oscura...Más extraño me pareció por ser un autor de habla hispana (sin ser yo demasiado conocedor, pero no es lo común).
Un estilo y una imaginación como los de Mario Levrero son raros en la literatura escrita en español.Definitivamente la narrativa de Mario Levrero como lo muestra El lugar llega al punto del absurdo, está plagado de simbolismo y una lógica reversible del sueño que no da nada por sentado sino al contrario hace dudar de todo. El final, tan inesperado e irracional como el inicio. Me hace quedarme con las ganas de leer Caza de conejos otra de sus obras.
Antonio Muñoz Molina
Investigando un poco más sobre este escritor me encuentro esta entrevista en fatal espejo :
Hay unos pocos lectores de excepción cuyo primer autor uruguayo no fue Benedetti (como ocurre con la mayoría de los latinoamericanos de cierta edad) sino otro Mario: Levrero (1940), imaginador extraordinario, autor de libros inclasificables.
Unos pocos: la rareza de su obra (pese a que dibuja una trayectoria larga y prestigiosa, incluyendo reconocimientos como la beca Guggenheim, que Levrero obtuvo en 2000) ha hecho que el escritor sea poco conocido y casi siempre malinterpretado. Por ejemplo, muchos lo descubrimos por "Caza de conejos", una serie de minificciones que se publicó en Lo mejor de la ciencia ficción latinoamericana (1983) una antología de Bernard Goorden. De ese libro, lo mejor era precisamente lo que no trataba de naves estelares, robots ni las antiutopías de moda. Sin embargo, aun hoy Levrero aparece publicado en colecciones como "Reinos imaginarios" de Plaza y Janés (orientada a la ciencia ficción), que reeditó La ciudad y El lugar, dos de sus novelas más importantes.En cualquier caso, estas y otras publicaciones demuestran que su obra (de la que destacan además títulos como París, Dejen todo en mis manos, Todo el tiempo, Fauna y Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo) ha recibido un impulso inusitado en los últimos años, tras décadas de silencio.
Aquí Mario Levrero se entrevista a sí mismo."Caza de conejos", para mí y para muchos lectores mexicanos, fue un texto importantísimo: su forma y sus temas, su imaginación, nos revelaron posibilidades de escritura que no estaban en lecturas más tempranas. ¿Cuál fue el origen de este texto, de su estructura y sus personajes?
Como siempre, el origen está en el inconsciente. En este caso pude rastrear, tiempo después, uno de sus posibles puntos de partida: una temporada que había pasado en un balneario, en casa de unos amigos (a quienes está dedicado); ahí recibí la influencia de los tres niños de la casa, con quienes había pasado mucho tiempo, jugando con ellos, observándolos y siendo observado por ellos, escuchando su constante parloteo y divirtiéndome con sus infinitas ocurrencias. De regreso en mi casa, se me dio por escuchar muy seguido un disco que había comprado recientemente, "La trucha", un quinteto de Schubert; de algún modo esa música juguetona y movediza se asoció con aquellos niños, aunque en ese momento no me di cuenta. Lo cierto es que al poco tiempo comencé a "ver" conejos en mi imaginación, y en cierto momento se desató un torrente que duró tres días. En el propio se texto se explica que si uno se acuesta y se pasa unas horas mirando el techo y acariciándose el bigote, las historias de conejos surgen solas. Es curioso que aparecieran ya con las palabras exactas y sin buscarlas. También es curioso que el inconsciente haya organizado el texto en base a un chiste dirigido a mí mismo, que sólo descubrí mucho tiempo después: el apellido Levrero, según explicaba mi abuelo cuando yo era niño, significa "lebrero" o "lebrel", perro cazador de liebres.
hell on my own
- Ten fe, hijo de puta, ten fe.
Con este maldito dolor de esqueleto y la cabeza enterrada en un montón insalvable de desechos mentales se derriten algunas ilusiones. Pero al menos sabemos de lo que va todo. Lo que es inevitable y lo que no lo es.
Comencé leyendo. Escribo estas líneas desde un lugar extraviado, sin más arma que la piel, he perdido la noción del tiempo y no podría asegurar exáctamente cuanto ha transcurrido desde que llegué aquí, ni siquiera la forma en que llegué. Aunque nada indica que he llegado, sólo el movimiento que interrumpe mi respiración de plástico.
Intentaba narrar mi historia, los dedos se me deshacían como plastilina sobre el teclado que no era un piano o una pila de tambores. La música de otro lado. La tinta azul se esparció por el suelo resplandeciente. No sólo había olvidado escribir con la pluma, había olvidado también mi historia con todos sus días y noches enrejadas, y lo peor de todo, los pesares a los que solía llamar éxitos o fracasos, según mi estado de ánimo. Es triste ser un muñeco. Y las muñecas no lo pasan mejor, además deben sonreír casi siempre.
Fue así como decidí convertirme en un mentiroso invisible. Interceptar conversaciones de cabinas telefónicas inservibles, diálogos en alguna cantina abandonada, suspiros de teatros abandonados, lo de siempre rodando solitario, olvidos flotando encerrados en botellas sobre el mar, cualquier mar. Si los ojos no lloraran no habría arco iris en el alma. Eso lo leí hoy. En algún momento de vigilia, mientras buscaba otro anuncio. Accidentalmente. A-c-c-i-d-e-n-t-a-l-m-e-n-t-e.
Pero conocía el final, tenía al menos esa certidumbre. El final era que no había final sino un inconcluso más. ¿Y entonces?
- ¿Para qué?
Me respondía, sin piedad. Y era cierto, ¿Para qué?
- Porque vivimos por lo que amamos.
Escribió alguien más con recortes de periódico sobre una pared manchada de oscuridad de todo tipo. Luminiscencias, pensé.
...